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jueves, 25 de julio de 2013

Machu Picchu ciudad perdida de los incas


Machu Picchu ciudad perdida de los incas


A 130 kilómetros de Cuzco, la Ciudad Perdida de los Incas se alza entre barrancos en mitad de un paraje inaccesible de los Andes peruanos. La perfección de sus construcciones, su conservación y su escenario natural, encajonada como está en la cresta de un cerro sobre el valle del río Urubamba, hacen de este yacimiento uno de los tesoros arqueológicos más valiosos del mundo, y desde luego uno de los más místicos.
Hasta la llegada a estos parajes en 1911 del explorador estadounidense Hiram Bingham las ruinas de Machu Picchu fueron un secreto para el mundo. Aupadas entre picachos que tocan las nubes a nada menos que 2.350 metros de altitud y cercadas de barrancos, la llamada Ciudad Perdida de los Incas es una ciudadela de fábula en la que el poderoso escenario natural que la envuelve se contagia de la fuerza espiritual y la mística que irradia el complejo.

Se cree que Machu Picchu, que en quechua significa "cerro viejo", fue construido a mediados del siglo XV por el líder Pachacutec. Su finalidad, dicen las teorías más sólidas, era hacer las veces de llacta, es decir, de asentamiento concebido para administrar la economía de las zonas conquistadas por este imperio y, posiblemente también, para poder albergar a los miembros más selectos de su aristocracia en caso de que fuera en algún momento necesario; hecho que ocurrió con la conquista española de Cuzco en 1532, tras la que Machu Picchu fue el refugio sobre todo a las acllas, las elegidas para servir al dios Sol, hasta que la ciudad fue abandonada probablemente al ser capturado el último inca rebelde, Tupac Amaru.

Fue la llacta más hermosa y también la más secreta. De hecho las sendas que conducían a Machu Picchu estaban prohibidas para las castas inferiores y su emplazamiento era ya entonces un secreto militar que ayudaban como nadie a preservar los abismos y la maraña de selva que lo envuelve, así como el angosto, disimulado y único acceso de esta ciudad sagrada que hoy se erige como uno de los yacimientos arqueológicos de mayor valor de toda Suramérica y, sin lugar a dudas, el mayor reclamo de todo Perú, declarado Santuario Histórico en 1981 –en cuyas 32.592 hectáreas queda incluida no sólo el área arqueológica sino también sus paisajes, flora y fauna–, y añadido dos años más tarde a la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Al parecer Machu Picchu estaba dividido en tres áreas principales: la zona residencial, con la morada de los sabios o amautas, las habitaciones de forma trapezoidal que ocupaban las princesas o ñustas y con un sector de casas dispuestas sobre una pendiente destinadas a la nobleza; además del barrio popular y el barrio sagrado, dedicado este último a su divinidad principal Inti, el dios Sol. Es en esta zona donde se encuentran las principales joyas del Intiwatana, el Templo del Sol y la Habitación de las Tres Ventanas.
Entre templos, santuarios, plazas y espacios residenciales, el recinto suma unas 140 construcciones que siguen el estilo clásico de edificación inca, con muros pulidos y juntas perfectas en las que no queda la menor holgura entre las piedras. Laberintos de escalinatas y canales de agua comunican todas ellas, que aparecen rodeadas ladera abajo por los cultivos escalonados en terrazas en los que crecía el maíz o la patata y que permitían a Machu Picchu ser autosuficiente; algo indispensable dado su aislamiento y su secreto.

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